El Coronel Kindelán cuando fue
Jefe Superior de Aeronáutica.
Cecilio Yusta Viñas
Miembro de número del IHCA
KINDELAN
El tercer piloto (segundo por orden de suelta),
Eduardo Barrón y Ramos de Sotomayor, nació en Corral
Falso de Maenríquez, Matanzas, Isla de Cuba el
día 7 de septiembre de 1888. Es probable que Barrón
sea más recordado por su extraordinaria inteligencia
y capacidad para la técnica y sus encomiables intentos
por desarrollar una industria aeronáutica propia a la
que aportó el diseño, desarrollo y construcción de varios
aeroplanos, sin embargo, fue el piloto más hábil
de la Primera, lo que demostró por lo temprano de su
suelta y su actuación como instructor y probador de
sus propios aviones.
Alfredo Kindelán
Duany, nació en
Santiago de Cuba el
día 13 de marzo de
1879 e ingresó en la
Academia de Ingenieros
a la edad de
catorce años. Muy
interesado por la aeronáutica
entró en
contacto con el entonces
comandante
Vives y, en el año
1900, se incorporó
al Parque Aerostático
realizando su
primera ascensión
en globo cautivo de
la mano de Vives
que, prácticamente,
le enseñó todo sobre
el arte de pilotar.
Con la aparición de
los más pesados que el aire, colaboró en la creación del
Servicio de Aviación Militar español y protagonizó el
inicio de la guerra aérea, siendo su mayor mérito estar
siempre mental y profesionalmente dispuesto para el servicio
como era su deber.
Fue el primer piloto de la Primera, actuó como profesor
en los cursos siguientes, pero dejó pronto de
volar. Mandó la 1ª Escuadrilla Expedicionaria, dirigió
la Comisión encargada de redactar un Plan General de
Comunicaciones Aéreas en España, redactó las bases
y orientación que habrían de darse al Servicio de Aeronáutica
Militar y, en el año 1922, recibió el mando
de las Fuerzas Aéreas (FF AA) en África.
Centenario de la
Aviación Militar española
HERRERA
Se mantuvo fiel a la palabra dada de defender la legalidad
vigente y no quebrar la honrosa tradición del
Cuerpo de Ingenieros, el único de los estamentos militares
que no se había sublevado nunca contra el
poder legalmente establecido, todo ello sin renegar de
su condición de católico practicante y pudiendo no
estar del todo de acuerdo con algunas actuaciones del
Gobierno.
En el conflicto armado tuvo la inmensa desgracia de
perder a su hijo Emilio que, habiéndose hecho piloto
de caza, desapareció en combate. Recurrió a su gran
amigo Kindelán pero, aunque éste se esforzó, el
cuerpo no fue hallado y de esta gran pérdida, agravada
por el hecho de no haber podido dar cristiana sepultura
a su hijo, no se recuperó nunca.
Exiliado en París, su gran categoría científica le permitió
vivir modestamente con altibajos y, en el año
1960 tras la dimisión de Félix Gordón Ordás, aceptó
la Presidencia de la República en el exilio.
Este ilustre aviador español, pionero y miembro de
la Primera y fundador de la Aviación Militar española,
falleció en Ginebra del día 13 de septiembre de 1967,
habiendo vivido ochenta y ocho años manteniendo su
dignidad y su palabra de honor intactas.
Centenario de la
Aviación Militar española
II
II
Tras el éxito del desembarco aeronaval en Alhucemas,
en la Jefatura de Aviación pudo desarrollar un
ambicioso proyecto, la creación de una Aviación Militar
española con identidad propia considerada, por
su organización y características, como nueva arma
que gozaba de gran autonomía, con escalas independientes,
funciones exclusivas, categorías profesionales
nuevas e incluso uniformes propios. En el año
1929 se convirtió en el primer general de la Aviación
Militar española.
Declarada la Guerra Civil, fue nombrado Jefe de la
Aviación, organizó el Puente Aéreo, acompañó a
Franco durante toda la guerra y aunque fue el primero
en apoyar la candidatura de Franco para el mando
único, no dudó en reprochar a éste por escrito que le
diera el mando de Pollensa y el empleo de teniente coronel
a su hermano Ramón, sin haber contado con él.
Ésta y otras discrepancias le fueron distanciando de
Franco.
Finalizada la guerra regresó a su Arma de procedencia.
Partidario de don Juan se enfrentó a Franco en
una lucha desigual que le acarreó grandes problemas.
En el año 1961 le fue concedida la Medalla Aérea. Auténtico
pionero y figura emblemática de la Aviación
Militar española, falleció en Madrid el día 14 de diciembre
de 1962 recibiendo honores de Capitán General
con mando en plaza.
El Ejército del Aire le rendiría homenaje creando la
Cátedra Kindelán, un foro para el estudio y el análisis
del pensamiento militar y de la historia aérea, reconociendo
así su valiosa aportación al universo de la aeronáutica
y sus excepcionales méritos al servicio de
la Aviación Militar. La Cátedra Kindelán tiene su sede
en el Centro de Guerra Aérea (antigua Escuela Superior
del Aire) y fue creada en el año 1988 por iniciativa
del general José Sánchez Méndez.
BARRÓN
El segundo piloto militar español, Emilio Herrera Linares,
nació en Granada y siguió una trayectoria profesional
similar a la de Kindelán con diferencias
sustanciales en cuanto a su actitud política y militar,
sobre todo ante la Guerra Civil. Aerostero, pronto se
acreditó como un excelente piloto y también como extraordinario
científico, destacando en las matemáticas
y la física.
En el año 1914, sustituyó a Kindelán en al frente de
la 1ª Escuadrilla y, respondiendo a un encargo del Jefe
del Servicio general Rodríguez Mourelo, inició el
montaje del Laboratorio Aerodinámico en Cuatro
Vientos con el famoso Túnel que él mismo proyectó.
Organizó e inauguró la Escuela Superior de Aerotecnia
y trabajó en un proyecto de ascensión estratosférica
en globo con traje espacial. Muy reconocido en el
campo de la Ciencia, su prometedora carrera se frustró
al declarase la Guerra Civil.
Diseñó, construyó y probó en vuelo la mayoría de
sus aviones y colaboró en calidad de Ingeniero Jefe, en
la fábrica de aviones Loring donde desarrolló una formidable
labor. Sacó los prototipos R-I, R-II y R-III, el
avión de caza C-1 y la avioneta E-II (EC-ASA) que
fue usada por Rein Loring en su segundo viaje a Filipinas y trabajó en otros proyectos con distinta suerte,
hasta el año 1930 que cesó por motivos de salud.
Este profesional, miembro distinguido de la Primera,
maestro de pilotos y pionero de la Aviación Militar,
primer piloto español que lanzó bombas desde
un avión en misión bélica, que destacó por su trabajo
en el cálculo y construcción de prototipos de aeroplanos
y probador de los mismos, que en número de doce
volaron perfectamente, falleció en Madrid el día 13 de
enero de 1949.
ORTIZ
importante del quinto piloto de
la Primera, que destacó más por sus habilidades
como gestor de empresas y fotógrafo que como piloto
y militar.
En su vertiente artística, expuso sus trabajos en
Turín, Los Ángeles, en el Museo Metropolitano de
Nueva York, en la Biblioteca Nacional y en el Museo
Reina Sofía, una obra centrada en la España rural, costumbrista
y mística del primer tercio del siglo pasado,
compuesta de más de veintiocho mil negativos, mil
cien fotografías originales y las máquinas que utilizó,
todo ello legado a la Universidad de Navarra y nada a
las instituciones (Museo y Archivo Histórico) del Ejército
del Aire, al que tanto debía.
José Ortiz Echagüe, nació en Guadalajara el día 2 de
agosto de 1887 y fue el miembro más polifacético y
más longevo (93 años) de los de la Primera: aerostero,
piloto, fotógrafo y gestor de empresas.
Realizó una buena campaña en aerostación pero,
como piloto, no tuvo suerte al tratar de trasladar en
vuelo de París a Madrid un avión Morane para el Servicio.
Se perdió y en el despegue posterior se le incendió
el aeroplano. Este vuelo, que pretendía recrear
el famoso vuelo de Vedrines, fue un fracaso.
Fundador y Director-Gerente de CASA se mantuvo
en el cargo hasta que le ofrecieron gestionar la creación
de una empresa de fabricación de automóviles de
turismo que el INI estaba negociando con la Fiat. En
el mes de mayo de 1950 apareció en el mercado la Sociedad
Española de Automóviles de Turismo (SEAT)
que fue presidida por José Ortiz hasta el año 1967. Y
éste fue el último cargo
ACCIDENTE MORTAL
El día 27 de junio de 1912 el capitán Celestino Bayo
Lucía, alumno de la 2ª Promoción llevaba ejecutados
47 vuelos como pasajero con una duración de tres
horas y cuarenta y nueve minutos, y 63 vuelos solo en
el aparato, con una permanencia en el aire de tres
horas y treinta y cinco minutos, lo que arrojaba un
total de 110 vuelos y un tiempo de siete horas diecinueve
minutos. Había realizado virajes a ambas manos
y los vuelos en forma de ocho, considerando los profesores
que estaba preparado para intentar las pruebas
de piloto que se celebrarían en breve.
Aquella tarde recibió la orden del capitán Kindelán
de realizar un ocho en el aire si encontraba buenas
condiciones atmosféricas, debiendo desistir en caso
contrario. El biplano Farman nº 2 había hecho varios
vuelos por la mañana y el piloto Barrón, acababa de
realizar un corto vuelo con él, tanto para ver prácticamente
el estado del aparato, como para apreciar la condiciones
de la atmósfera, práctica habitual antes de
empezar a volar los alumnos. La descripción del accidente
que facilita el coronel Vives es, literalmente,
como sigue:
Salió Bayo con el citado biplano elevándose
a unos 15 metros, viró a la izquierda en el punto
acostumbrado y regresó hacia el punto de partida
apreciándose que efectuaba unas inclinaciones
laterales que parecían indicar que venía
encabritado, pareció que empezaba a virar a la
derecha e inmediatamente inició el movimiento
contrario con gran rapidez, inclinándose el
aparato hasta caer de cabeza en el suelo, casi
vertical. El choque, que fue sumamente violento,
ocurrió a las 19:31 y el capitán Bayo,
echado boca abajo, tenía fracturados ambos fémures
por sus tercios inferiores, saliendo al exterior
los extremos de los huesos y estaba sin
sentido por efecto de la conmoción cerebral.
AVIACIÓN Y GUERRA
La 1ª Escuadrilla Expedicionaria llegó a Tetuán, el
día 28 de octubre de 1913, bajo una lluvia torrencial,
teniendo que improvisar cobertizos con las maderas
de los embalajes, vivaqueando el personal durante la
noche bajo el aguacero. El día 29, fuerzas de ingenieros
auxiliados por otras de los regimientos del Rey y
de León comenzaron a chapear y fortificar el campo,
llegando el resto del material el día 1 de noviembre lo
que permitió iniciar el montaje de los aeroplanos:
El domingo día 2 de noviembre de 1913 a las 17:09
horas, en el aeroplano Nieuport nº 5, se realizó
un primer
vuelo de 8 minutos, Alonso, con Sagasta como observador.
Los primeros días no hubo grandes novedades:
puesta a punto del material, muchos vuelos de prueba
de los aeroplanos, incursiones prospectivas para conocer
el terreno enemigo, ensayo de tácticas, prácticas
con improvisados visores y algún vuelo ordenado
por Kindelán para realizar un servicio de exploración,
fotografía y croquizado del terreno, pero todo cambiaría
el día 19 al producirse el bautismo de sangre y
resultar heridos dos miembros de la Escuadrilla.
El teniente Julio Ríos y el capitán Manuel Barreiro,
con el encomiable deseo de cumplir mejor su misión,
sobrevolaron el Monte Cónico a muy baja altura y
muy expuestos al nutrido fuego enemigo. Estando ya
de regreso, fueron alcanzados por balas de fusil, sufriendo
simultáneamente dos heridas graves el piloto
Ríos y una el observador Barreiro. A pesar de sus heridas,
una de ellas tremendamente dolorosa, Ríos maniobró
con gran serenidad para evitar caer en campo
enemigo, tomando tierra en las líneas españolas junto al Campamento General. Por su acción serían, años
más tarde, recompensados con la Laureada de San
Fernando, siendo ésta la primera otorgada a la Aviación
Militar española.
El teniente Ríos y el capitán Barreiro, receptores de
la
1ª Laureada concedida a la Aviación Militar española.
El Capitán Emilio Herrera con su hijo Emilio
sobre un Nieuport en Cuatro Vientos.
Barrón atendiendo al Presidente del Gobierno, don Eduardo
Dato, en una visita de éste al aeródromo de Cuatro Vientos.
Ortiz charlando con el general Eduardo
González-Gallarza.
El capitán Celestino Bayo Lucía y detalles del vuelo
de un Farman y el estado en quedó el aeroplano en
el que perdió la vida.
Al analizar las causas del accidente, Vives recupera
el historial del malogrado piloto comentando su carácter
impetuoso que, en ocasiones, le llevaba a precipitarse
y tratar de ir más deprisa de lo que hubiera
convenido.
Después de cada una de sus caídas fue felicitado
por salir ileso pero, al mismo tiempo, tanto su
hermano Alfonso como Vives le advirtieron de que refrenara
sus ímpetus.
En cuanto a las causas “El accidente debe racionalmente
atribuirse a una falsa maniobra del aviador, análoga
a las que le ocasionó las dos caídas anteriores.
Probablemente corrigió demasiado bruscamente el encabritamiento
del aparato y provocó la caída por
medio de esta falsa maniobra” y concluía: “Es un accidente
doloroso y lamentable en extremo, pero el estado
actual de la aviación, si bien con prudencia
pueden esta clase de accidentes reducirse a un mínimo,
no hay medio de evitarlos en absoluto”.
El accidente de Bayo provocó una espectacular y rápida
reacción que llegó al Congreso de los Diputados,
donde se dio entrada a un proyecto de ley, presentado
por el Ministro de la Guerra, “considerando de campaña
el servicio de aviación militar”, que fue aprobado.
BOMBAS
Los denominados proyectiles de caída utilizados por la
1ª Escuadrilla fueron importados de Alemania. Se
puede constatar que, referente a la adquisición y llegada
de las bombas Carbonit al Ejército español, de
forma reiterada y rutinaria se han manejado datos sin
contrastar, ignorando las fuentes relevantes de información
de la época e incluso, en no pocas ocasiones,
prescindiendo de la lógica y del sentido común.
Sobre este asunto, en el Archivo General Militar de
Segovia se conservan documentos de vital importancia
para desentrañar el origen de las primeras bombas
que se utilizaron en África a finales del año 1913. La
realidad que se desprende de la documentación consultada
es radicalmente distinta de la versión más generalizada
e inexplicablemente aceptada.
Barrón (delante) y Cifuentes sobre aeroplano Lohner
preparados para salir en misión de bombardeo equipados
con las Carbonit de 10 kg.
Con fecha 4 de noviembre de 1913 y membrete de
la Aeronáutica Militar, el capitán Herrera dirigió un
escrito al Jefe de la Sección de Ingenieros, general
Carlos Banús, solicitando que “las cajas conteniendo
los proyectiles de caída para arrojar desde aeroplano
destinadas al Servicio de Aviación militar y retenidas
en la Aduana de Irún fueran expedidas con urgencia a
Tetuán”. Era lógico, puesto que tras ser heridos Ríos
y Barreiro, había cierta impaciencia en la Escuadrilla
por entrar en acción.
Llegadas las bombas, el día 17 de diciembre de 1913
se efectuó el primer bombardeo en operaciones de
guerra con auténticas bombas de aviación (las Carbonit de 10 kg), misión llevada a cabo por los capitanes
Barrón y Cifuentes sobre avión Lohner.
RENOVACIÓN Y FUTURO
Teniendo en cuenta que material de vuelo se queda
obsoleto a mayor velocidad de la que los aviones se
desplazan en el aire, la situación de guerra en Europa
y la marcha de Vives, las perspectivas para el Servicio
no eran muy halagüeñas. Alfonso Bayo Lucía reemplazó
por poco tiempo a Vives y, en el año 1916, el teniente
coronel Vicente García del Campo fue
nombrado Director de la Aeronáutica Nacional, una
figura de transición que no pudo organizar ni poner en
marcha ningún proyecto ya que, prácticamente, sólo
tuvo tiempo de tomar posesión y cesar en el cargo.
En el año 1916 fue nombrado Director el coronel
Rodríguez Mourelo. Este Jefe, en su primer período
como Director, se interesó por la fabricación de un
avión, intentando reunir datos suficientes para construir
en España un aeroplano de caza en condiciones y
resultados tan buenos como los mejores empleados en
otros Ejércitos y una considerable reducción en el
coste. Su avión, el Spad francés, fabricado en Barcelona
no tuvo éxito.
Fue sustituido por el coronel Moreno Gil de Borja
en el año 1917. El expediente de este Jefe prácticamente
carece de datos. Uno de los pocos actos en los
que intervino fue la inauguración del monumento a los
caídos de aviación levantado en la calle Ferraz esquina
a la del Pintor Rosales, monumento que en la actualidad
se encuentra en la explanada de la entrada principal
del Cuartel General del Aire.
En el año 1918, Rodríguez Mourelo volvió a la Dirección
de Aeronáutica Militar y, en el mes de octubre
de aquel año, anunció un curso de pilotos para el
personal de tropa que reuniera las condiciones que se
determinaban. La apertura de esta nueva vía de acceso
al escalafón de pilotos, contemplada en el art. 40º del
Reglamento para el Servicio de Aeronáutica, fue considerada
una gran novedad en el funcionamiento del
Ejército, tuvo una excelente acogida y fue el precedente
de lo que se conoció como Complemento.
Al inicio del año 1919, promovió un concurso para
la fabricación nacional de aviones militares (el gran
anhelo de este Jefe) en las categorías de caza, reconocimiento
y bombardeo, que no tuvo gran éxito. Al concurso
de aviones militares de 1919 se presentaron: en
caza, los aviones de Barrón, Alfaro y Amalio Díaz, en
reconocimiento, Barrón y Loring; y en bombardeo, el
Juan de la Cierva. El único avión que obtuvo recompensa fue el Barrón de caza pilotado por el chileno
O’Page, siendo el aparato adquirido por el Servicio.
Fue también con Rodríguez Mourelo cuando se realizó
el proyecto de construcción de la emblemática
torre de señales en Cuatro Vientos, proyecto que fue
aprobado por RO de 11 de agosto de 1919, cuyo coste
de ejecución y gestión directa se cifró en 24.990 pesetas
y un plazo estimado de construcción de cuatro
meses.
Resumiendo, a finales del año 1919 comprobamos
que los años de la Guerra Mundial fueron de una cierta
atonía en el desarrollo de la Aviación Militar española
y no se puede decir que se llevara a cabo una profunda
renovación aunque, ciertamente, algo se hizo en el
sentido de incorporar los MF-11, los Barrón y, ya en
1919, la importación de los Breguet-14, los De Havilland y los Avro-504.
Habría que esperar a la llegada del general Francisco
Echagüe Santoyo quien, en los cuatro años que estuvo
al frente de la aviación, llevó a cabo una labor altamente
provechosa para el Servicio y, por extensión,
para España. Fue el nuevo Jefe que intuyó tiempos difíciles
y supo interpretar lo que se veía en el horizonte,
teniendo la precaución de equipar a las unidades aéreas
del material y el personal necesarios, justo antes
de los desastres del año 1921 en Marruecos. Un horizonte
preñado de peligros en los que la Aviación Militar
española daría la medida de su capacidad y su
valor en los teatros de operaciones de África. Para eso
estaban y ese era su deber.
La emblemática torre de señales
de Cuatro Vientos
en fecha posterior al año 1920.
Dos pilotos extranjeros sobre un biplano Bristol de los que
adquirió el Servicio de Aviación. Cuatro Vientos 1912.
Derecha, el General Echagüe y el piloto inglés Busteed sobre
avión Bristol Prier. Cuatro Vientos, febrero 1912.