A vueltas
con la tercera edad
Angel Cerdido Peñalver
Coronel de Caballería
L
a tercera edad del militar siempre despertó en mí un interés extraordinario, desde todos los puntos de vista, aunque hoy me refiera a ella únicamente en el aspecto humano, dejando casi a un lado lo comprendido y tratado por la medicina.

Como columna vertebral donde apoyar estas líneas, las máximas que a este respecto nos dejó, el militar que más sabia de retiros; los sufrió dos veces; ideas que intercalo resaltadas en negrilla y que señalo con asterisco.

Y es que el General Douglas Mac Arthur, nacido en 1880, fue retirado por vez primera en 1937 a los 57 años de edad, siendo direc-
tor de la Organización de Defensa Nacional de Filipinas, después de haber sido Jefe del Estado Mayor del Ejército de los EE.UU. Más tarde, durante la S.G.M., reingresa en el servicio activo en 1941 a los 61 años, para más delante de nuevo ser retirado, esta vez de forma definitiva, el 11 de abril de 1951 cuando contaba 71 años, debido al desacierto que tuvo en convertir un problema personal en un pleito de jurisdicción, por lo que fue relevado de su cargo de Comandante General del Ejército Norteamericano en el Extremo Oriente.
La juventud no es un periodo de la vida. La juventud es un estado de espíritu, un efecto de la voluntad, una cualidad de la imaginación, una intensidad emotiva, una victoria del valor sobre la timidez, del gusto de la aventura sobre el amor al confort”
Fundamentalmente esta fase de la vida tiene dos vertientes: una de agradecimiento hacia nuestros “antiguos” que nos han precedido, y otra de simple egoísmo, pues todos estamos en situación de espera por si nos hemos merecido entrar en ella.

Pero sigamos con la tercera edad alegre del militar de hoy, y es que la “reserva” o el “retiro”, han dejado de ser una amenaza, y las palabritas ya no se consideran en nuestro léxico como desabridos verbos, aunque hubo un tiempo en que ambas situaciones resultaban sinónimo de nostalgia y tristeza. Ahora, siempre hay alguien que te explica que jubilación viene de júbilo o de jubileo. Da igual, todo eso, jubilar, jubilarse, jubilación, jubilado, jubileo, son vocablos que pertenecen a la misma familia pero que como dice Jaime Campmany el abandono del trabajo envejece, aburre, arruga, anquilosa, y termina por provocar la enfermedad y producir la muerte. El trabajo aleja las peplas y los alifafes. La mejor muerte es la del accidente del trabajo, en acto de servicio, pero enriquecidos espiritualmente por los años, “del hombre viejo el consejo”, vencidos el lumbago y los alifafes ya citados por las conquistas de la geriatría, y remozado el vestuario por el “prêt-à-porter”, puede decirse que hoy, el militar en esa tercera edad pisa simbólicamente el pescuezo de su pasado laboral.
Uno no se vuelve viejo por haber vivido un cierto número de años, se vuelve viejo porque ha desertado de los ideales. Los años arrugan la piel, pero renunciar a un ideal arruga el alma”
Y sin embargo en otras épocas, bastante cercanas por cierto, la gente era vieja en plena juventud, había asilos para “ancianos mayores de 50 años” y Sthendal habla de una mujer de 30 que “aún estaba de buen ver”. Manuel Alcántara opina que todo eso ha variado gracias a la aparición de algunos medicamentos y a la desaparición de los lutos. Ahora los viejos son solo los que llevan garrota y no llevan dinero, y comenta que en general se les quiere tan poco, que no nos preocupa el que no haya aparcamiento para ellos y se los lleve la grúa de la muerte. Al final, o en la última curva del camino, cuando uno tiene que ser su propio ATS –me llevo en mis brazos, dijo Bertold Brecht–, a muchos les espera el desamparo, y es que la soledad es triste; pero la compañía de quienes nada tienen que decir lo es más todavía, por que a la pena de no recibir se une el trabajo de tener que dar. La sensación de sentirse en soledad es una realidad, pero hoy las comunicaciones telefónicas han aliviado mucho este sentimiento, ya que se está en continuo contacto con familiares y amigos.

El militar tenía la obligación de mantener su forma física, y esa obligación no se paraba en escalón determinado, ni en edad alguna, comprendía desde la edad juvenil con sede en las Academias Militares, hasta esta tercera edad, habiendo pasado por la edad viril con los empleos inferiores, la edad madura con los intermedios, y la edad avanzada con los superiores, claro esta, que cada uno debe tener la forma física apropiada a su edad, siendo una gran verdad eso de que “no hay edad para el deporte, y hay un deporte para cada edad”. Desde los deportes violentos que requieren

Las preocupaciones, las dudas, los temores y las desesperanzas son los enemigos que lentamente nos hacen inclinar hacia la Tierra y convertir-nos en polvo antes de la muerte”
un gran consumo de energías, hasta los simples paseos, hay toda una gama de ejercicios que pueden y deben practicarse a lo largo de la vida de todo militar.

En la actividad deportiva de esta tercera edad, existe una diferencia fundamental en el hecho de quienes inicien esta práctica por vez primera, o bien, continúen un deporte que ya venían realizando con anterioridad. A estas personas habituadas al ejercicio desde su juventud, se les recomienda que continúen con su actividad en esta fase de sus vidas, especialmente entre individuos del mismo o análogo número de años.
Pero desgraciadamente, es escaso el número de personas que practican el deporte hasta esta edad avanzada. Según encuesta realizada en una gran ciudad, sobre diez mil personas, sólo el 10% de ellos pasaba de los 40 años.

Como regla dictada por la experiencia, a partir de los 25 años disminuye la velocidad; cerca de los treinta, se reduce la coordinación en los saltos; a los cuarenta cede el rendimiento en los lanzamientos…, pero no sigo para no caer en el pesimismo, y para animarnos, también sabemos que la capacidad de resistencia disminuye lentamente en el curso de esa tercera edad, lo que le lleva a seguir dando un rendimiento aceptable en muchos trabajos.

Mucho se podría hablar relacionado con la edad del retiro del militar y de las condiciones físicas del mismo, y es que dentro y fuera del Ejército, el deporte nos resulta sorprendente detector de pulsos sociales.

A nivel estructural, la solución a las actividades deportivas u ocupacionales y planificación del ocio en esta tercera edad parece lejana, pero no es solo en esta fase de la vida, veamos: la infancia es sin duda la edad de oro para la formación de hábitos correctos y duraderos, es la época ideal para iniciar una práctica deportiva auténtica, y sin embargo sabemos que es un sector más bien descuidado, descuido que se culminó en el mundo universitario al incluirlo en la terna de las “marías”. Olvidar el deporte supone quizás instruir, pero nunca educar.
Joven es el que se maravi-lla, el que se asombra, el que pregunta como el niño ¿y después? Joven es el que desafía los aconteci-mientos y encuentra ale-gría en el juego de la vida. Las pruebas lo galvanizan, los fracasos lo vuelven más fuerte, las victorias lo vuelven mejor”
Saber llegar y saber llevar esa tercera edad, digámoslo ya, “saber envejecer”, es la obra maestra de la sabiduría y una de las cosas más difíciles del gran arte de vivir.

En 1975, la Organización Internacional del Trabajo, nos decía que en el mundo existían 250 millones de personas con más de 70 años. En Europa
45. Según esa O.I.T., en esos últimos 100 años, 1875-1975, el valor de la edad media se había duplicado pasando de 35-40 años a 75-80.
Eres tan joven como tu fe, tan viejo como tu duda, tan joven como la confianza que tengas en ti mismo, tan viejo como tu desesperanza y más viejo aún con tu abatimiento”
En este orden de cosas, son también interesantes las tendencias actuales de la jubilación, estableciéndose en los países desarrollados en 65 años, y en otros países nórdicos han bajado a los 60, siendo la tendencia actual el llegar a los 55. En el último congreso de Kiew de la Organización Mundial de la Salud, las personas de 45 a 59 años se las denominó como de edad media; de los 60 a 65, como mayores, y de los 65 en adelante, como de edad avanzada. La palabra “viejo” no se empleó, y según un estudio de ASISPA (asistencia a personas mayores), en colaboración con el INSERSO, el 13 % de los mayores de 70 años se considera “joven”, nadie quiere ni cree ser mayor, pero los problemas vendrán por el lado opuesto.

Hoy esta claro que la ONU, según su último informe sobre población, se ha dado cuenta, por fin, de los múltiples problemas que se derivan, no de la supuesta superpoblación de esa tercera edad, sino de la previsible infrapoblación y su desequilibrio, resultado directo del descenso de natalidad. Habrá una bomba si, pero de despoblación, se avecina el llamado “invierno demográfico”.
Permanecerás joven tanto como permanezcas ver-daderamente generoso, tanto como sientas el entusiasmo de dar alguna cosa de ti, pensamientos, palabras. O bien tanto co-mo el hecho de dar, te de la impresión de recibir, y por consiguiente de estar siempre debiendo y de-seando dar más”
Pero no todos saben llegar a esa tercera edad, no todos saben pasar a la reserva o retirarse, no todos se resignan a dejar de hacer las mismas cosas que hicieron de jóvenes, ellos sabrán porqué, pero no se puede tener al mismo tiempo, las novias de un cadete y la paga de un coronel. De cualquier manera, el modo de entender esta nueva fase de la vida, ha cambiado radicalmente, por fortuna, y de un auténtico drama ha pasado a ser una amable vacación, sin el agobio de las maletas de retorno.

Un personaje de Benavente, alude al otoño como la edad de oro, estado de bonanza abierto a la existencia del hombre, pero el otoño es otra cosa…el otoño es un faisán de lujo, que escribió Foxá.
Permanecerás joven mientras seas receptivo a todo lo que es bello, bueno y grande, pudiendo disfrutar de los mensajes de la naturaleza, del hombre y de el infinito”
No hace mucho, un militar con gran sentido del humor, decía que estábamos hechos de fibra de maleta, por aquello de los traslados etc., pero que a medida que cumplía años, él se sentía, cada vez menos fibra y más maleta.

Para tener una idea muy somera, fisiopatológicamente hablando de los condicionamientos que encontraremos en la tercera edad, enumeraremos los más importantes. Fundamentalmente, la facilidad de adquisición de enfermedades, la lentitud reparadora, la posibilidad de la osteoporosis por falta de ejercicio, por quietismo, y más tarde los trastornos generales de la homeostasis cálcica, en donde no vamos a entrar, pero que van a originar una disminución en la capacidad del individuo.

¿Qué es lo que vamos ha hacer con las personas de edad avanzada? Dice Thulin, un autor conocido en el mundo de la gimnasia…, la solución; el ejercicio. Realizando deporte de un modo regular, evitando, claro está, las sobrecargas, hay que esperar tan pocos efectos nocivos debidos a la actividad deportiva en esta edad avanzada, como en edades más jóvenes. En el deporte practicado por personas entradas en años, y en su propio interés, solo hay que tener en cuenta los límites que pone la Naturaleza. Pesca, caza, golf, etc., y sobre todo, una palabra mágica, la marcha, el simple paseo.

¿Pies para qué os quiero? Andar es el único ejercicio natural del ser humano, pero la gente omite su práctica con toda naturalidad. En los países desarrollados cada vez se camina menos y así no vamos a ninguna parte, y eso que siempre tuvo buena prensa, como nos recuerda uno de esos sórdidos refranes españoles: “La salud no está en el plato, sino en el zapato”, recomendando, supongo, privarse de los placeres de la comida y pegarse buenas caminatas.

Cuando la edad avanza, es muy importante el adaptar las exigencias corporales a la capacidad de rendimiento que presenta el organismo; el estado en el que cada uno se encuentra, determina la elección entre: “deporte”, “terapia por el movimiento” y “terapia ocupacional”.

En el deporte de esta tercera edad, buscaremos en primer término lameta biológica (el deporte como medio de conservar la salud), pero tampoco se debe perder la posibilidad de alegrarse de la actividad realizada. El llevar una vida deportiva, permite, no solo alargar esa reserva, sino que nos da un alargamiento de la vida productiva, combatiendo la pérdida precoz de las fuerzas.

En los casos que por motivo de salud, no pueda realizarse deporte, aunque se haga con precaución, ni tampoco una terapia por el movimiento bien dosificada, queda todavía la práctica de la terapia ocupacional, que no es, desde luego, un “jardín de infancia para hombres mayores o enfermos”, sino que tiene por meta, principalmente, el tratamiento funcional del aparato locomotor.
Es ahora cuando deben prevalecer los ejercicios espirituales sobre los físicos. Hablo de los que se hacen a solas, no de los colectivos, que se rigen por lúgubres programas. También sentado en una butaca se puede hacer excursiones. Ayudan a conservar la “línea interior”.

En esta tan traída y llevada tercera edad, es imprescindible la práctica del deporte, pero tan importante como eso, es tener un enfoque deportivo de la vida. Deporte seria, ya en otro campo, sonreír al que nos mire ceñudamente. Soy partidario decidido de este enfoque, porque sería un deporte practicable por todos, asequible como no, a esta tercera edad, que con más años y experiencia y delimitado su campo de ejercicios violentos, se ejercería en éste para el que no hay “récords”, pues siempre se puede llegar un poco más.

Gran lección la de la jubilación bien aceptada y mejor entendida, haciéndonos añorar el día, en que nosotros participemos a alguien, envolviendo nuestras palabras –¿Porqué no?– en el celofán de la complacencia, diciendo: ¡Mañana me retiro!

Nota: Todas las citas de este artículo son del General McArthur.
Si un día, cualquiera que sea tu edad, tu corazón está mordido por el pesimismo, torturado por el egoísmo, o roído por el cinismo, que Dios tenga piedad de tu alma de viejo”