EL EJÉRCITO ESPAÑOL
Cuando estalló la Guerra de la Independencia había
dos ejércitos en España, el que existía al comenzar la
guerra, el Real Ejército heredado de la Ilustración con
unos efectivos de 130.000 soldados, y el que se formó durante la misma, integrado por miles de campesinos,
con sus virtudes y defectos pero con gran coraje y
valentía, aunque con poca preparación en el
combate. El ejército español se había transformado
durante el siglo XVIII, gracias a
la influencia de oficiales progresistas
que lo modernizaron y lo engrandecieron.
El ejército español
estaba organizado como otros muchos
ejércitos de los países europeos
al estilo francés.
Los ejércitos enfrentados
durante la guerra
Los ejércitos enfrentados
durante la guerra
Con motivo del II Centenario de nuestra Guerra
de la Independencia queremos hacer un pequeño
homenaje a los hombres que confirmaron por primera
vez que la soberanía española reside en su pueblo,
al margen de cualquier otra nacionalidad que
exisitiera entonces. Entendemos que la soberanía
que hasta entonces residió en la Corona pasó definitivamente
a ser de la Nación Española.
David Odalric de Caixal i Mata
Historiador
En 1808, los efectivos del ejército eran de unos 7.000 oficiales y 130.000 subofi-ciales
y soldados de tropa, además de 30.000 milicianos o reservistas movilizados.
Después de la Guerra de los Siete
Años, se introdujo un vestuario y un
sistema al estilo prusiano que tuvo muchas
reticencias entre la tropa, debido al
carácter individual del sol- dado español.
Disponía de un mando su- perior bajo
el mando de capitanes genera- les,
rango equivalente al de mariscal de
campo, un cuerpo administrativo de tama- ño razonable
y oficiales de estado mayor, intendentes y auditores. En
1808, los efec- tivos del ejército eran de unos 7.000 oficiales
y 130.000 suboficiales y soldados de tropa, además
de 30.000 milicianos o reservistas mo- vilizados.
La infantería española estaba compuesta de 35
regimientos
de línea de tres batallones de cuatro compañías,
de las cuales una era de granade- ros.
Había entre ellos –tres regimientos irlan- deses,
dos napolitanos, seis suizos
y cuatro regimientos franceses–
(Regimiento de In- fantería de Línea
Borbón, Royal Roussi- llon, Royal
Provence y la Legión de la
Reina) sumando en total cerca
de 32.000 soldados extranjeros.
La infantería ligera estaba dotada
de doce batallones de seis
compañías de 200 hombres. Por último
ha-
bía 12 regimientos de
caballería y cuarenta
y tres batallones
de milicias de 600 hombres
cada uno, cuatro regimientos
provinciales de granaderos, y los regimientos de la Guardia Real y la
Guardia Valona.
En cuanto a la caballería, nuestra mayor fuerza la
componían los regimientos de caballería ligera (Cazadores
y Húsares). Los húsares eran aquellos que vestían
uniformes militares copiados de la caballería húngara.
Y tiene su origen en el siglo XV, con los caballeros reclutados
en los pueblos de Hungría. En España, se creó
el primer regimiento de húsares en 1648, con el nombre
de Dragones Arcabuceros de Sheldon, que luego se cambiaría
por el de Regimiento de Húsares de Pavía, que fue
suprimido durante la II República. Cuando empezó la
guerra, España contaba con dos regimientos de Húsares;
El de María Luisa y el de Húsares Españoles.
EL EJÉRCITO DE NAPOLEÓN
El ejército francés que se fundamentaba en la fuerza de
los cañones y las bayonetas de la infantería gala, tenía
que contar con una estructura militar capaz de hacer
frente a todas las alianzas europeas que se constituyeron
para derrotarle en las
diferentes coaliciones que se llevaron
a cabo a lo largo de las Guerras Napoleónicas. El
ejército tendió a aumentar claramente a lo largo del período
napoleónico, pasando de unos 400.000 soldados
durante el Consulado a unos 500.000 en 1808 y a
1.200.000 en 1813. En total fueron tres millones de soldados
movilizados efectivamente entre 1792 y 1813 (incluyendo
además a tres millones y medio de soldados de
los países satélites de Francia). Hay que pensar que fue
una cifra considerable la del 8% de la población, si la
comparamos con la Primera Guerra Mundial, que fueron
7 millones, el 20% de la población. Los soldados que
integraban el ejército napoleónico y los que luchaban
contra él lo constituían: Voluntarios, Tropas extranjeras
mercenarias (suizos y alemanes), Criminales y vagabundos
obligados a incorporarse al ejército, Levas de reclutamiento
forzado.
Entre los militares franceses de su tiempo, Napoleón,
sin ser un innovador radical, fue quien mejor partido
pudo sacar a las características de los nuevos ejércitos
revolucionarios, adaptando a ellos los desarrollos que en
las últimas décadas se venían produciendo. Además de
ampliar el papel de la artillería y la caballería, otro de
los desarrollos había sido el fraccionamiento del ejército
en divisiones autónomas, con una mayor movilidad y capacidad
de maniobra. Una de las modificaciones más
importantes introducidas por Napoleón fue la división,
que en teoría ya existía desde 1760, en que fue establecida
por el mariscal Broglie. La novedad de Napoleón
es que sus divisiones estaban compuestas por infantería,
caballería y artillería, de tal manera que podían constituir
un pequeño ejército con total libertad de acción y autonomía.
Napoleón creó, a partir de 1803, los cuerpos de
ejército, compuestos de un mínimo de dos divisiones y
un máximo de cuatro. Cada uno de estos cuerpos lo integraban
alrededor de entre 20.000 y 35.000 soldados.
Cada división contaba con 30 piezas de artillería. La
Gran Armée disponía en 1807 de 300 piezas de artillería
y en 1813 de 1.500.
El ejército tendió a aumentar clara-mente
a lo largo del período napoleó- nico,
pasando de unos 400.000 soldados
durante el Consulado a unos 500.000
en 1808 y a 1.200.000 en 1813
Si durante algún tiempo la combinación de los medios
facilitados por la revolución francesa y las cualidades militares
de Napoleón permitieron a éste encadenar infinidad
de triunfos, en los últimos años del Imperio empezaron a
aparecer nuevos factores que conducirían a su derrota.
Como por ejemplo, el desplazamiento de los campos de
batalla de las ricas campiñas del norte de Italia a las vastas
y menos pobladas tierras de los territorios de la Europa
Oriental, donde resultaba difícil vivir sobre el terreno
y donde los desplazamientos, incluso para un ejército
acostumbrado a ello, resultaban excesivos, lo cual supuso
un obstáculo a su forma de hacer la guerra.
Pero Napoleón Bonaparte no sobresalía solamente por
saber explotar la rapidez que le permitían las nuevas características
de los ejércitos franceses. Fue también
capaz de combinar el despliegue de diversos cuerpos de
ejército en el marco de operaciones de estrategia a gran
escala, en las que el objetivo era forzar al ejército enemigo
a una batalla en la que comprometiese el grueso
de los efectivos en condiciones desventajosas e infligirle
una derrota desastrosa.
A la infantería pertenecían cuerpos especializados
de zapadores, cazadores, granaderos, carabineros,
legiones de frontera y legiones de costa. Su arma
era el fusil, definido por Napoleón como la mejor
máquina de guerra inventada por el hombre, cuyo
tiro alcanzaba los 600 metros. El mosquete fue el
arma básica de la infantería, de complicado proceso
de avancarga, con lo que un soldado adiestrado
podía hacer tan sólo tres disparos por minuto. También
los cañones eran lentos de disparar (uno o dos
disparos por minuto) y de escaso alcance, 3 kilómetros,
y poca precisión. Aunque Napoleón, antiguo
alumno del Cuerpo de Artillería, supo darle una
nueva visión a esta arma y la utilizó en masa para
preparar los asaltos de la infantería y la caballería.
La caballería de los ejércitos imperiales alcanzaba
los 75.000 hombres divididos en 78 regimientos. En
1803 Napoleón creó 12 regimientos de coraceros, que
constituían la mejor selección y la flor y nata de la caballería
napoleónica, “la elite de la caballería”. En España
combatieron 70 regimientos franceses, de cuatro
batallones y uno en depósito o en reserva, incluyendo
una compañía de granaderos y otra de “Voltigueurs” unidades de elite del ejército napoleónico.
En España combatieron diversas unidades como: Cazadores
de Montaña, Guardia Nacional, Gendarmes,
Guardia de París (policías reclutados), Fusileros y
Compañías Centrales (Cazadores a pie y Carabineros),
Granaderos Imperiales, Caballería de Línea (Coraceros
y Lanceros), Caballería Ligera (Húsares y Cazadores
a caballo), Contraguerrilla (Unidades reclutadas en
España), Artillería pesada de sitio y ligera de campaña,
Unidades de zapadores extranjeros (alemanes, italianos,
polacos y holandeses) Infantería de Línea.
La mayoría de ellos eran tropas bisoñas. Aunque
luego llegaron los Dragones, los Húsares, la Caballería
de Lanceros del Vístula y los Granaderos Imperiales.
Con el ejército francés combatieron en España
soldados traídos de Italia, Países Bajos, Polonia, de los
Estados de la Confederación de Rin (Rheinbund) en
alemán, que fue creada por Napoleón en 1806, en Berlín.
También combatieron soldados de Suecia, Dinamarca,
prisioneros rusos, austriacos, prusianos,
soldados irlandeses y los suizos de los regimientos del
Príncipe de Neuchentel e Isembourg. José I creó regimientos
de caballería integrada por voluntarios españoles;
el de Granaderos de la Guardia Real, otro de
Húsares, un Regimiento de Velites o Mosqueteros y la
Gendarmería de la Guardia, cuerpos francos, milicias
urbanas, migueletes o escopeteros entre otros. Hubo
tres zonas donde tuvieron más éxito en el reclutamiento
de tropas; en Andalucía, Cataluña y País Vasco.
En el terreno de las planteamientos tácticos, con el
peso que se daba a la infantería de línea, existían dos
disposiciones de combate distintas:
La línea era el método tradicional, que seguían utilizando
la mayoría de los ejércitos en el teatro de operaciones
de la Europa napoleónica. Esta táctica
suponía el despliegue de los infantes en dos o, como
mucho, tres filas en profundidad. Permitía el fuego cerrado,
con descargas relativamente sostenidas y masivas,
convenientes gracias a la escasa eficacia de las
armas. Pero la formación de línea requería un ejército
entrenado y, aún así, era lenta y estática, aunque las
tropas bien preparadas podían transformar la línea en
cuadro, para hacer frente a los ataques de la caballería.
La formación en columna disponía a los soldados
en punta de lanza de 12 ó 24 hombres; era una formación
más móvil y ofensiva que la utilizada en la
línea, aunque también más costosa en hombres. Esta
táctica de combate de infantería, había sido ensalzada
en 1772 por el tratadista francés Guibert y fue la preferida
de los ejércitos revolucionarios franceses por
adaptarse mejor a las características de sus tropas.
EL EJÉRCITO INGLÉS
El pequeño y profesional ejército británico compuesto
por 220.000 soldados desempeñó un papel
esencial en la victoria frente Napoleón y lo hizo como
lo que era: La proyección terrestre del arma esencial
del Reino Unido, su Armada, la Royal Navy. Lo cierto
es que su participación en la Guerra de España fue decisiva
por dos razones: La primera porque prestaron
un apoyo psicológico esencial a las tropas españolas,
y las guerrillas que se oponían a los planes de Napoleón.
La segunda porque constituían una permanente
amenaza contra el dispositivo francés de ocupación.
Al ejército británico no le interesaba que hubiera
hegemonía de un monarca europeo en el Continente,
porque podía desestabilizar a la Gran Bretaña como potencia emergente en el control de los mares y la tierra.
Por ello, les interesaba como objetivo primordial la destrucción
de los ejércitos franceses,
sin importarles qué
podía ocurrirle a los españoles. La mejor manera de destruir
a Napoleón era acabar con su ejército en España.
Con ello, hemos de tener claro, que los ingleses no vinieron
a España para ayudar a los españoles, preocupados
por el futuro de la Península Ibérica, sino para poder
ejecutar sus planes a la hora de derrotar a Napoleón y
mantener su hegemonía en el planeta. Su táctica era la siguiente:
- Abrir las puertas lusitanas al tráfico marítimo inglés.
- Establecer en Portugal una base de operaciones para
crear un segundo frente de operaciones en Europa contra
Napoleón.
- Debilitar a Napoleón, obligándole a extraer tropas de la
Península para enviarlas a otros frentes de batalla.
Aunque también hay que constatar, quieran o no los
historiadores británicos, que la participación en la Guerra
de España es secundaria, y aún a pesar de la expedición
de Moore o su participación en la Batalla de
Talavera o la Albuera. Su actuación no influyó para nada
en el futuro de la Guerra de la Península, pues el peso de
la guerra lo llevaron consigo los españoles; el ejército
regular y la guerrilla. Porque los franceses no sólo se enfrentaban
a un ejército, sino a toda una nación.
La Royal Navy era la mejor de la época, tanto por el
número y calidad de sus buques como por la disciplina
y pericia de sus tripulaciones. Para mantener la disciplina
en sus barcos, tarea difícil dada la dureza de las
condiciones de vida y el carácter no voluntario del servicio
de la mayor parte de la tripulación, se recurría a
castigos físicos.
El ejército de tierra también empleaba recursos similares
a la marina para completar el aprovisionamiento de
hombres.
En España combatieron 74 regimientos ingleses, de los
cuales 21 eran de caballería y el resto de infantería de línea
o ligera; en total más de 150.000 hombres a lo largo de
toda la guerra. Cada batallón de infantería de línea se componía
teóricamente de diez compañías de 100 hombres
cada una, de ellas, una era de granaderos y otra de infantería
de línea. Durante la campaña en la Península Ibérica
estuvieron presentes 51 regimientos de infantería de línea
y tres de la Guardia Real. Entre ellos había que destacar a
la élite, dos de las mejores unidades del ejército británico;
El 95 Regimiento de Rifles “Royal Hamilton” y el 50º Batallón
del 60º Regimiento de la Guardia Real. De entre las
tropas extranjeras al servicio de la infantería que combatieron
en la Península hay que destacar a la:
King’s German Legión (La Legión Alemana del Rey)
que contaba con 5 regimientos de caballería y 6 regimientos
de infantería ligera y de línea. En total unos
22.000 soldados procedentes del Reino de Hannover.
Oëls Jägers de Brünswick, con sus llamativos uniformes
negros (Regimientos de Húsares)
Y los Chasseurs Britaniques; integrados por soldados
franceses emigrados a Inglaterra.
La caballería británica no disponía en España de coraceros
ni lanceros, pero sus regimientos de línea, eran auténtica
caballería pesada. Los húsares eran regimientos
muy recientes en el ejército británico, aunque se les denominaba
Dragones Ligeros o los Dragones Verdes, por su
uniforme. Su arma principal era el sable pesado francés, y
una carga de esta caballería era letal para la infantería. Lo
demostraron en muchas ocasiones en la Guerra de la Independencia
americana, destrozando las líneas de la milicia
del ejército continental con sus cargas. En 1808, de sus
35 regimientos, tres eran de la Guardia a caballo, siete de
Dragones de la Guardia, seis de Dragones pesados, quince
de Dragones ligeros y cuatro de Húsares, formando en regimientos
de cinco escuadrones de entre 60 y 80 jinetes.
Intervinieron en España 6 regimientos de Dragones, 3
de la Guardia, 4 regimientos de Húsares y ocho de Dragones
ligeros.
El ejército británico utilizó en la Guerra de la Península,
como la llamaban, once baterías de artillería a pié y varias a caballo. Cada batería tenía por lo general 6
piezas. También hubo en España un eficiente grupo de
ingenieros y zapadores británicos.
EL EJÉRCITO PORTUGUÉS
No puede decirse que el ejército portugués tuviera un
destacado papel en la guerra de 1808 ante la huida del
gobierno y de la familia real al Brasil. Todo ello, causado
por la invasión hispano-francesa, la totalidad de sus
unidades seguirían intactas. Y por orden de Napoleón se
integraron en el ejército imperial francés, reorganizado
con el nombre de Legión Portuguesa.
Después de la rendición de Cintra y la consecuente expulsión
de Portugal de los franceses del mariscal Massena,
llegó el general Beresford que reorganizó el nuevo
ejército portugués. Este ejército estaba formado por 24 regimientos de línea con dos batallones de siete compañías.
Cada batallón debía tener 770 hombres, sin contar
oficiales y músicos, por lo que un regimiento tenía
una fuerza teórica de 1.550 hombres, aunque a lo largo
de la campaña disminuyó a 1.300 soldados. Las tropas
portuguesas fueron armadas y uniformadas al estilo británico
y según iba avanzando la guerra, fueron adaptándose
a la forma y táctica de combate del ejército
inglés. La infantería ligera contaba con seis batallones
de cazadores. Cada batallón tenía 7 compañías de 110
hombres de las que una era de tiradores. Vestidos de marrón
y armados con el fusil rayado Baker se iban a convertir
en toda una leyenda
durante la guerra.
Al iniciarse la invasión francesa, Por- tugal
disponía de doce regimientos
de caballería de cuatro escuadrones
cada uno; con 600 hombres por re- gimiento.
Al igual que en España
–faltaban monturas– de un total teó- rico
de 10.000 caballos, tan sólo
había monturas para 4.500.
Esta fuerza de elite de tiradores,
fue creciendo a lo
largo de la guerra, tras la disolución
en 1811 de la Leal
Legión Lusitana, que
había sido creada por
sir Robert Wilson con
una fuerza de tres batallones,
de 10 compañías
de 100 hombres cada
una, más los oficiales.
La milicia portuguesa
tuvo una gran importancia
en las operaciones
entre 1810 y 1812. Portugal
estaba dividida en 48
distritos de reclutamiento
que aportaba un regimiento
de dos batallones
cada uno, con doce
compañías. Cada regimiento
tenía que tener
unos 1.500 hombres,
aunque nunca se llegó a
esta cifra. Además había una leva de origen medieval,
llamada la Ordenanza, que se utilizaba para defender el
interior del país.
Al iniciarse la invasión francesa, Portugal disponía de
doce regimientos de caballería de cuatro escuadrones
cada uno; con 600 hombres por regimiento. Al igual que
en España –faltaban monturas—de un total teórico de
10.000 caballos, tan sólo había monturas para 4.500.
Hubo también unidades de voluntarios, dirigidos por generales
ingleses; como la Leal Legión Lusitana o la Legión
de Voluntarios de Comercio de Lisboa.
Otro de los ejércitos más prestigiosos de la época, pero
que no luchó en España, fue el Ejército prusiano, aunque
sí hubo soldados alemanes de la Confederación del Rin,
aliados de Napoleón en la Península, integrados en las
unidades francesas. Prusia era una sociedad muy militarizada,
orientada desde hacia más de un siglo por sus dirigentes
y gobernantes al aprovechamiento de los
recursos humanos con fines bélicos. Aunque en el siglo
XVIII, tenía una población reducida, su ejército, no era
nada desdeñable, unos 200.000 soldados, tantos como
Francia en 1792, a pesar de tener una población cinco
veces menor. Los valores militares estaban arraigados
entre la nobleza prusiana, para la que era señal de prestigio
social servir en el Cuerpo de Oficiales. La población
civil sufría, más que en cualquier otro estado, los sacrificios
que comportaba esta militarización
de la sociedad. La derrota
de Prusia en 1806 produjo un
fuerte impacto, que abrió paso a
voces reformistas. Para poder
mejorar la operatividad militar
del estado prusiano era necesario
algo más que la
reforma del ejército. La
lucha contra el Imperio
francés a partir de 1813,
después de la derrota de
Napoleón en Rusia, se realizó
apelando a la movilización
nacional, lo que en
la práctica supuso poner en
pie de guerra a cerca de
300.000 soldados (el 6% del
total de la población pru-
* * *
siana),
bien englobados en el ejército
regular reformado,
bien en la milicia provincial
(Landwehr), bien
en el cuerpo de voluntarios
o en la guerrilla
(Landsturm).